Texto: Cristobal L. Carreón / Fotos: Daniel Galindo
Diecinueve de noviembre, hay Corona Capital, uno de los festivales más caros del mundo, donde estaban Pet Shop Boys y The Cure…
Vaya cartel, ¿no?
Pero en otro lugar, quizá igual más o quizá menos fresa, para ciertos contextos, o para mí ni importa, se presentaba algo, algo más abajo, o más underground, hasta me atrevería a decirle ñero. En el Lunario tocaba una banda madrileña, de mucho más bajo perfil que cualquiera del Corona, pero no menos importante, digo, sí tocas en el Lunario, donde ha tocado Ana Curra o Charly Montana, no eres un cualquier-cualquier, ¿no?
Vaya, sin mas rodeos, tocó Ilegales, una banda que ¡está celebrando 40 años de trayectoria! Y sí, lo están haciendo como nadie.
Acudir a ver el aniversario de una banda en su 40 años, puede sonar hasta aburrido, y si es entrar al sistema de consumo de la nostalgia (hermoso sistema de nostalgia). Sin embargo, creo que acudí a uno de los mejores concierto del año y no fui a ver a The Cure, fui a ver a Ilegales (no, no, no, no son aquellos de Puerto Rico, no mamen), una banda que, yo sin ser músico, solo un melómano del montón, me cuesta describir, pasan del blues rock clásico, y de ahí a una extravaganza elegante, que tocaba para un público igual de extravagante aunque quizás, pues si elegante, aunque, no no… Pero bueno, vi punks, darks, Godínez skins, vaya, una plelyade enorme de figuras luminosas y sombrías disfrutando algo más allá del trending del espectáculo.
Venga, regresemos a lo que importa: Ilegales. Y si dos horas imparables de rock-blues-punk. Bueno pues, tengo la edad de lo que Jorge Ilegal hoy celebra con su banda (bueno, un poco más) y él como la banda tienen mucha más energía que yo. Un muy buen amigo fan de la banda y quien entró como invitado, al verlo me dice: Jorge se enfermó en estos días, tiene broncas con la gragnta… Pensé, chale, igual se cancela.
Nada más erróneo. Comenzaron por ahí de las 8:30, probablemente poco antes, y no pararon por ahí de antes de las 10 (nada mas hermoso para quienes viajamos en transporte público).
Muchas canciones, todas las canciones, unas que conocía y otras que no y me culpaba de no conocerlas por no ser geniales, llegó el momento de «Agotados de esperar el fin» un himno para éste que escribe, no canté, grité una canción que amo. Siguieron rolas de proyectos nuevos, una rola electropunk, fenomenal, canciones de discos nuevos, de discos viejos hasta que, Jorge dice, palabras más, palabras menos, llegó la nostalgia, y pues a tocar casi todo el primer disco… El Lunario se emocionó y con toda razón, comenzó canción, tras canción, disco genial, 1982 en medio de una generación nueva, no mejor o peor, eso me caga, solo nueva, y también vieja, vaya que vieja, yo estaba ahí y otr@s tant@s más de igual o mayor edad disfrutando y sintiéndonos agotad@s de esperar el fin.
Bueno, ya sin aburrir, se cierra el año con unos de los mejores conciertos del año para quien está mas cerca del underground que del mainstream.